20 horas
Caminaba con tus manos
Sujetando la entereza de mi cuerpo
Por la calle 59 que se extinguía
Entre la intermitencia de los semáforos
Y los cláxones reventando la capa de smog
Que sostenía la ciudad.
Hablabas del budismo y cosas a las que no prestaba atención
Me comentabas de los templos/ el incienso/ las ceremonias
Eso que eras y que habíamos dejado atrás
Junto al museo de San Carlitos
Y los cigarrillos de marihuana escondidos en las bancas
Éramos una gota de lluvia
Deslizándose
Por entre las hojas del árbol
Que dio la primera luz al mundo.
Un paisaje ajeno nos entraba por los poros
Más a ti.
Tu falda ondulaba por el viento y nuestros cuerpos se volvían banderas
Trapos viejos por el letargo de la ausencia
Resumimos las vidas en un viaje de 20 horas
Con los traseros pegados
En los asientos incómodos
De una compañía de autobuses
Cuyo nombre se desvaneció
Apenas se asomó el Golfo
A los patios arabescos
De aquellas casas adormecidas
Por el medio día.
Yo pensaba en los versos que me extirparía para crearte
En la distancia que luego de ese momento nos esperaba.
Tenías el cuerpo húmedo
Harapos cubriendo tu cabeza universal.
Extendiste blasfemias hacia los rojos
Y sus movimientos anarco-punks carentes de ideales
Comparándolos con los pueblos indígenas
Que habías apoyado cuando se rehusaron a que el gobierno metiera tuberías
Y no sé cuánta pendejada
Para privatizarles el alma.
Hacía Marcos Aurelio
Y su sonrisa amarilla/
Aguardentosa
Luego de propinar machetazos a los granaderos.
Cayó el silencio
No había ya nada que poetizar
Fue la noche…
Fue la noche
La que nos parió al mundo
Julieta.
Tú yo vinimos ya sin edad
A ser abortados
Al pie de este primer siglo.
Ya hemos tragado espuma
Y vomitamos el humo de las ensoñaciones
-La esperanza arde en las entrañas-.
Aquí no hubo más fruto a profanar que la distancia
Más serpiente que el anonimato.
Fue nuestro edén un camioncillo mal presupuestado
Y las luces intermitentes
de ciudades extintas
por la ventana.

Izamal
I
El canto se elevó hasta la noche
Desde el pecho de roca
Cubierto en fuego
El desnudo cuerpo
Anduvo a tientas
Entre las ruinas de la oscuridad
Y sus fauces.
Caminar entre Izamal
Observando ángeles mestizos
Colgados en muinas
En ruinas
Desatados en cantos
Que erigían a sus dioses
Desatados encantos
Los de sus pasos cobrizos
Buscando el sendero
A la choza que perdieron
En las manos de blancos hombres
Que les pisotearon la cabeza
Y les extirparon las entrañas
Mientras reían y destinaban
Su existencia a las montañas.
Asegurando, previendo
Gimiendo, intentando
Vislumbrando, perdiendo
La blancura de su lugar.
Ahí se montaron espigas
Azotando las casas
Las cosas
Las castas
Las costas
Y de amarillo se pintó el lugar.
Respiramos el sol dentro la fortaleza
Y recorrimos cantinas llenas de ebriedad
Hablando de los vampiros literarios de Mérida
Del pendejo de Lara
Y los besos en la mano de Poniatowska.
¡Wishamos en la sangre de Cristo
Y la orina; ni vino, ni flor!
¡No retornaremos al fracaso Faisanes!
¡No, que no retornaremos!
Florecimos nuestras venas
Y los campos, joviales
Dejaron atrás el destierro
En verdes dilucidaciones
¡Wishamos en la sangre de Cristo
Y la orina; ni vino, ni flor!
II
Descendimos desnudos de las pirámides
En pasos funestos
Encandilados
Por la lamparilla intermitente
De la distancia
Esa noche el cielo se había fundido en nuestros cuerpos,
Y ángeles de salitre nos guiaban
Sujetándonos de la nuca
Por los caminos de nuestra soledad.
Julieta, pensaba; ¡Julieta!
¿Por qué contagias tu rostro en los minutos
Y tu plegaria es universal?
¿Por qué tu cuerpo se cansa de ser cuerpo
Y en tus pupilas respira el día?
Julieta: Paseo Meridiano
Julieta en sienes
En instintos
Julietamente julietastica
Robando los hervores a la luna
Bebiendo alcohol de naranja
Tirándote desde el templo mayor
El miedo por las comisuras.
Sólo éramos silencio,
Descendiendo por el lomo del abuelo venado.